Autor:
Gonzalo
Hidalgo Bayal (Higuera de Albalat, provincia de Cáceres, noviembre de
1950). Ha trabajado como profesor de lengua y literatura en la secundaria. Es
un reconocido novelista, poeta y ensayista.
Gonzalo Hidalgo
Bayal se licenció en Filología Románica y en Ciencias de la Imagen por
la Universidad Complutense de Madrid. Desde hace muchos años, ha combinado
su trabajo como profesor, en un instituto de enseñanza secundaria en Plasencia,
con su carrera literaria. Hoy, está jubilado y sigue siendo un gran escritor,
poeta, ensayista y filólogo español.1
Así resumía su vida
Hidalgo Bayal en 2011: "Cuando llegué a Madrid tenía unos 18 años y
necesitaba ganar dinero. Un señor estaba montando una editorial, que creo que
pirateaba cosas de Espasa y vendía en fascículos. Estuve con él mi primer mes.
Luego pasé a empaquetar medicinas. Mi tarea era poner los sellos del colegio de
huérfanos. Aunque vivía en San Bernardo, venía a comer a este restaurante todos
los días. A Madrid vine a estudiar Preu, en 1969 o 1970, después hice Filología
Románica y Ciencias de la Imagen en la Complutense... En 1979 fui a dar clases
de lengua y literatura a un instituto de Plasencia, luego dos en el instituto
de Coria, y volví a Plasencia; hasta el 1 de septiembre porque pedí la
jubilación anticipada... Ahora supongo que puedo escribir. Cuando estaba en el
instituto también lo hacía, podía sacar tres o cuatro horas diarias. Al
principio solo daba clase en el horario nocturno, así es que por las mañanas
escribía y por las tardes leía".
Sinopsis:
Esta historia empieza con las aventuras de dos niños en el colegio
de los padres hervacianos en la ciudad de Murania y concluye con el encuentro
fortuito por la calle, muchos años después y también en Murania, con un hombre
taciturno y desolado que despierta en el narrador los recuerdos de esos días
pasados. Entre un tiempo y otro transcurre la juventud de dos amigos, sus
viajes, sus primeros amores, los estudios en Madrid y en Salamanca, París y el
Barrio Latino, los libros, el cine, las canciones... O quizá sea mejor decir
que transcurren los eslabones del tiempo que escribe la memoria. O ese aire
exacto y familiar de olvidos y recuerdos por el que todos algún día sabemos,
quizá calladamente, dónde están –si es que alguna vez los hubo– esos campos de
amapolas blancas y el desesperado sueño de su blancura.
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